22 ene 2012

EL CORREO ILUSTRADO

Narra estancia con los tarahumaras
 
En uno de mis tiempos de viajero estuve en el cañón del Cobre, hace más de 25 años. Me bajé del tren con todo y equipaje, haciendo caso omiso del conductor, quien insistía que allí no había nadie, sólo indios. Pero entonces hay gente, le respondí, y me quedé con mi campamento, en medio de la nieve. En la tarde aparecieron tres de ellos. Les ofrecí parte de mi ropa a cambio de comida y pagué por adelantado. 
 
Caminamos en la noche hasta su centro de tipis, donde se levantaba una inmensa fogata. Frente al fuego se concentraba toda la comunidad. Esperé un rato largo, que me parecieron horas, y sin ver que cocinaran nada pedí a señas la comida pactada. Uno de ellos me pasó una bolsa plástica con maíz, sin sal, requemado por fuera y harinoso, crudo, por dentro. No pudiendo pasarlo pedí algo de beber y me alcanzaron una botella de alcohol puro. Esperé una hora más y el ciclo se repitió. Esta vez no pude ni comer ni beber nada. Pero observé con detenimiento qué pasaba con las escasas provisiones y vi que también era el alimento de las niñas y de los niños. Para mi sorpresa, no había nada más de comer.

Hoy el hambre es peor, por la sequía. Pero los funcionarios dicen que los rarámuris ya están acostumbrados y Felipe Calderón aclara que ya se resolvió el problema del hambre en el campo mexicano. Tal insensibilidad se suma a las razones de la indignación. No hay derechos humanos, ¡ni hay derecho! Pobre Estado mexicano, ¿en qué lo han convertido estos gobernantes?

Eduardo Correa senior

Fuente: La Jornada 22 de enero de 2012

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